La Generación de cierta esperanza versus la Generación de la esperanza cierta. Una mirada a la plástica cubana contemporánea.

Resulta evidente la persistencia en los medios oficiales cubanos de los artistas representativos de la Generación del setenta, conocidos también como «Generación de la esperanza cierta» (promoción de artistas plásticos graduados de la Escuela Nacional de Arte, fundada en 1962). Tales creadores suelen ser presentados y vendidos a título de «artistas contemporáneos», en tanto se pasan por alto o se minimizan las obras de la nueva hornada de creadores del siglo XXI. En este último caso ¿estaremos ante una vanguardia desconocida que se refugia en los proyectos alternativos, ya sea por voluntad propia o a causa de continuos destierros institucionales? ¿Se podrá hablar hoy día de académicos y vanguardistas, siguiendo la tradición republicana? ¿Será posible o al menos pertinente en nuestro contexto otra Antibienal o algún Antisalón? Pensemos, al respecto, a qué intereses responde el Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, la Galería Habana, Génesis e, incluso ―a pesar de los continuos esfuerzos― el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales.
La denominación «Generación de la esperanza cierta» fue acuñada por el intelectual marxista Juan Marinello desde sus Palabras en una exposición de plástica juvenil (1977), dedicada al Salón Permanente de Jóvenes (espacio hoy inexistente) que tuvo lugar en el Museo Nacional de Bellas Artes (donde actualmente el arte contemporáneo cubano abarca sólo tres salas: los años 60, los 70 y los 80/90). En el mencionado texto el autor predijo ―con increíble acierto― la «larga vigencia victoriosa» de los artistas protagonistas de aquellos años (Ever Fonseca, Manuel Mendive, Ruperto Jay Matamoros, Flora Fong, Cosme Proenza, Roberto Fabelo, Nelson Domínguez, Pedro Pablo Oliva, Zaida del Río y Eduardo Roca Choco, entre otros).
Dicha vigencia se ha debido, en gran medida, a que muchos de ellos han continuado creando sobre las pautas que ofrece la política cultural cubana desde el año 1961, cuando Fidel Castro sentenció en Palabras a los intelectuales: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada». La tendencia al populismo, lo cotidiano y lo heroico; la construcción de una imagen idealizada del campesino; la recreación de mitos aborígenes y afrocubanos; un arte ingenuo, complaciente ―con marcada tendencia a ponderar la imagen folklórica de lo nacional y lo cubano― son algunas de las variantes temáticas canonizadas en la plástica revolucionaria.
Del mismo modo, artistas que emergen durante los años ochenta y noventa, una vez diluidas sus propuestas vanguardistas, pasan a hacer concesiones y a coquetear con el discurso oficial (ya devenido académico). El caso de Alexis Leyva Kcho es un ejemplo, entre otros tantos, de como la llamada «Generación de la esperanza cierta» no constituye una condición exclusivamente generacional sino que responde, más bien, a una actitud oficialista y academicista. Dicha generación se regenera y degenera en nuevos representantes de la política cultural.
Por otra parte, la que denomino aquí Generación de cierta esperanza (artistas plásticos de la primera década del siglo XXI, así como los virtualmente silenciados de las décadas precedentes que mantienen una postura vanguardista) suele encontrar lugar en galerías de poco alcance comercial, en espacios no gubernamentales como la Fundación Ludwig de Cuba o en proyectos alternativos, tales como Cátedra Arte de Conducta (2003-2009), Espacio Aglutinador (desde los años noventa), Sala teatro-estudio VIVARTA o Casa Gaia.
Definitivamente, si tomamos como antecedentes la Antibienal (1954) y el Antisalón (1956), la peor de las opciones vendría a ser la institucionalización de nuestro genuino arte contemporáneo.
Lic. Ana María Socarrás Piñón. Profesora de Historia del Arte, Instituto Superior de Arte.