
La víspera del aniversario del nacimiento del apóstol cubano José Martí, Raúl Castro, rodeado por miembros de la vieja guardia de revolucionarios y junto a un hombre mucho más joven que ni siquiera había nacido cuando triunfó la revolución en 1959, lideró una marcha con antorchas desde la Universidad de La Habana.
Mientras ese hombre más joven, Miguel Díaz-Canel, caminaba enérgicamente durante la marcha a finales de enero, los octogenarios avanzaban con lentitud y trabajo, una ilustración gráfica del próximo cambio generacional en Cuba.
Ahora Díaz-Canel es el hombre que la Asamblea Nacional del Poder Popular ha escogido como nuevo presidente para enfrentar el futuro.
Díaz-Canel ha estado esperando como número dos desde el 2013, cuando Raúl Castro dijo que dejaría la presidencia a fines de su segundo mandato en el 2018, y la oficialista Asamblea Nacional lo nombró primer vicepresidente del Consejo de Estado.
Raúl Castro con el ahora presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en una imagen del 18 de abril de 2018, en La Habana, en la sesión constitutiva de la IX legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
STR AFP/Getty Images
“El compañero Díaz-Canel no es un novato ni un improvisado”, declaró Castro sobre el nombramiento al segundo cargo político más importante del país, que colocó a Díaz-Canel en el camino a la cúpula del país. Díaz-Canel, quien el viernes cumple 58 años, es un sobreviviente en un país cuyos libros de historia están llenos de nombres que esperaban un día reemplazar a los Castro, pero que se vieron en un exilio interno conocido en la isla como “plan piyama”, o algo peor.
Pero aunque Díaz-Canel es ahora el presidente, lo que eso significa exactamente en un país donde Raúl Castro seguirá siendo el primer secretario del Partido Comunista es una interrogante abierta.
Castro mantendrá su cargo de primer secretario del partido Comunista, “un cargo muy poderoso, quizás el más poderoso del país”, dijo Richard Feinberg, profesor de la Universidad de California en San Diego. Feinberg señaló que tanto Raúl como el ya fallecido Fidel Castro ocuparon ese cargo simultáneamente con la presidencia.
“Cuando Raúl Castro es el presidente, el presidente gobierna el país” dijo Jaime Suchliki, investigador de asuntos cubanos desde hace mucho tiempo. “Cuando Raúl Castro no sea presidente, eso será un asunto muy diferente. Díaz-Canel no controla tanques ni soldados”.
Prácticamente todos los que tratan de leer las señales de humo provenientes de las herméticamente cerradas instituciones políticas cubanas concuerdan en que el gran cambio llega de manos del principal opositor de la plana mayor de la isla, el almanaque. La mayoría de los hombres que tomaron el poder en la isla hace más de medio siglo y mantienen el régimen firmemente ya tienen más de 80 años, y muchos otros han muerto o han quedado el margen por problemas de salud.
“Quizás la idea de separar un poco el partido del Estado tenga cierta posibilidad. Llevan mucho tiempo hablando de este concepto, pero es muy difícil separar las dos cosas en un sistema comunista”, dijo Feinberg. “No está claro cómo sucedería eso”.
Díaz-Canel tiene credenciales partidistas sólidas. En 1997, se convirtió en el miembro más joven del Buró Político, el grupo exclusivo de 14 miembros que funcionan como los asesores de más rango de Castro.
Sin embargo, todavía hay duda sobre cuánto poder real Castro está dispuesto a ceder, y hay un consenso general de que el colapso económico y político del gobierno de Venezuela —estrecho aliado de Cuba y desde hace años el que más subsidia a la isla— significa que La Habana debe buscar inversiones extranjeras y acercarse a otros gobiernos. Eso, a su vez, demandará al menos algunos gestos de relaciones públicas para convencer al mundo exterior de que Cuba se está alejando de ser un Estado controlado por una familia.
La apariencia física no es la única señal de las tres décadas de edad que separan a los Castro de Díaz-Canel, quien viste jeans y guayaberas, no uniforme militar. Al nuevo presidente le gusta el rock and roll, lleva una tableta a todas partes y tiene una cuenta de Facebook, aunque los mensajes parecen estar manejados por su equipo.
Aunque Díaz-Canel no es tan joven, representa a la juventud dentro de un liderazgo de octogenarios.
“Esto es una sucesión generacional, no una simple sucesión”, dijo Carlos Alzugaray, diplomático y académico retirado cubano que vive en La Habana.
Los hermanos Castro hicieron intentos por establecer una nueva generación de líderes, pero siempre se echaron atrás. En cientos momento se pensó que el experto económico Carlos Lage y un par de ministros de Relaciones Exteriores —Felipe Pérez Roque y Roberto Robaina— serían los herederos del liderazgo cubano, pero todos fueron echados a un lado por supuestamente mostrar señales de ambición indebida.
Díaz-Canel, ingeniero eléctrico de profesión y burócrata de carrera, ha tenido mucho cuidado en evitar esas trampas. Forjó fuertes vínculos con los Castro en su juventud durante el servicio militar, el cual —según un ex militar que sirvió en una unidad semejante— incluyó un período en un destacamento de seguridad personal tanto de Fidel como de Raúl.
“La clave de su éxito… es su afinidad con la clase dominante”, dijo un exiliado cubano que una vez trabajó muy de cerca con Díaz-Canel. “Los dos [Castro] le tenían aprecio”.
Díaz-Canel recibió pronto una serie de nombramientos clave tanto en el gobierno como en el Partido Comunista. Tras dejar su huella en la Unión de Jóvenes Comunistas, cuando tenía poco más de 20 años fue designado como enlace del Partido con Nicaragua —entonces bajo un gobierno comunista y aliado cubano— en 1987.
Desde entonces, su carrera ha alternado entre altos puestos administrativos, entre ellos el de ministro de Educación Superior, y puestos cada vez más importantes dentro del partido. Entre 1994 y el 2003, perteneció a un pequeño e influyente grupo de jefes regionales del partido, primero en la provincia de Villa Clara y luego en la de Holguín, en la zona oriental del país.
“Ellos [los secretarios provinciales del partido] son prácticamente zares a nivel de provincia, pero no tienen mucha visibilidad para los medios de prensa occidentales. Estos zares provinciales tienen un gran poder en el nuevo sistema político en evolución, que es más pluralista, aunque no más democrático… Díaz-Canel se destacó entre los zares del partido”, dijo Arturo López Levy, ex analista de la inteligencia cubana que ahora vive en Estados Unidos .
A diferencia de algunos de los puestos tecnocráticos del Partido Comunista, los secretarios provinciales del partido son muy visibles para el público, al menos a nivel local, y Díaz-Canel era una figura popular en sus feudos. Su ética de trabajo era muy admirada — “tenía una gran resistencia física y mental”, recuerda una persona cercana a él en esa época, quien dijo que Díaz-Canel trabajaba normalmente 18 horas al día y su informalidad era un cambio bienvenido en contraste con la rigidez de la burocracia cubana.
“Le gustaba hablar con la gente de abajo”, recuerda un ex colega suyo.
Se aparecía a veces en los bares locales para compartir cervezas y chistes con los presentes. Y cuando la Unión Soviética se vino abajo en los años 1990, y con ella desapareció el ventajoso acuerdo para recibir petróleo soviético, lo que hacía casi imposible conseguir gasolina, Díaz-Canel ganó muchos puntos de popularidad por no usar su vehículo oficial y viajar por toda Villa Clara en bicicleta. (Pero no con todo el mundo; Fidel lo reprendió por deshacerse de sus guardaespaldas).
Durante elecciones recientes, mientras la mayoría de los funcionarios cubanos entraban y salían rápido de los colegios electorales, Díaz-Canel hizo fila como todo el mundo para votar por los candidatos a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Incluso respondió preguntas a los reporteros.
Cuando un apagón dejó sin electricidad el hospital provincial, Díaz-Canel no sólo encabezó el equipo de reparación, sino que fue cama por cama para pedir disculpas a los pacientes, entre ellos al estupefacto disidente cubano Guillermo Fariñas, quien estaba hospitalizado en huelga de hambre contra el gobierno. “Me saludó y me preguntó por mi salud”, recordó Fariñas.
Entre la gente con la que a Díaz-Canel le gustaba hablar estaban ciertamente las mujeres. Conocido tanto entre hombres como mujeres como “el lindo”, Díaz-Canel es descrito por casi todos sus conocidos como “afortunado” en amores. Se casó con Liz Cuesta Peraza, funcionaria de turismo que con frecuencia aparece a su lado en fotografías en actos oficiales, un cambio notable en comparación con Fidel Castro, cuyo matrimonio fue casi un secreto de Estado durante el tiempo que estuvo en el poder.
Para sus admiradores, la relativa juventud de Díaz-Canel amplificaba lo que de otro modo eran desviaciones relativamente mínimas con respecto a la ortodoxia política cubana. “Él seguía la línea del partido”, recordó alguien que trabajó con él. “Pero era más abierto de mente porque es más joven. Decía que a veces hacen falta cambios en el gobierno, desde la prensa hasta la producción. Siempre hablábamos sobre los cambios en la prensa”.
De hecho, Díaz-Canel es un ávido lector de los estrechamente controlados periódicos del país. Invitaba a menudo a periodistas a acompañarlo en sus viajes al campo y a veces los llamaba para sugerirles artículos. En Villa Clara incluso fue moderador en un programa de radio. Sus intereses también incluían las artes: promovió festivales de música rock y exposiciones artísticas cuando muchos funcionarios del partido consideraban todavía esas actividades como algo degenerado y posiblemente subversivo.
Pero se cuidó también de mantener satisfechos a sus jefes. Una vez, cuando Fidel anunció temprano en la mañana que iba a hacer una visita sorpresa a Santa Clara, Díaz-Canel se las arregló para llenar la Plaza de la Revolución de esa ciudad con multitudes entusiastas para cuando el líder llegara en horas de la tarde.
Díaz-Canel ha continuado sus hábiles maniobras desde que fue nombrado primer vicepresidente en el 2013. Sus discursos, cargados de jerga marxista y consignas revolucionarias, rara vez dicen algo nuevo. Su cautelosa crítica de la censura gubernamental de la prensa — el “secretismo”— comenzó después que Raúl Castro sacó a relucir el tema. Pero en sus discursos elogia con frecuencia a los Castro. En un discurso del 2014 en la Ciudad de México, se las arregló para mencionarlos cinco veces.
Analistas veteranos de los asuntos cubanos están impresionados con la habilidad con que Díaz-Canel ha hecho malabares con todas estas bolas políticas e ideológicas. “Díaz-Canel ha jugado sus cartas muy bien”, dijo el ex diplomático Alzugaray. “Ha sido discreto pero influyente”.
Durante los últimos tres años ha viajado no sólo por Cuba sino por el mundo entero como emblema de la nueva dirección política de Cuba. Desde una cumbre sobre el cambio climático en París hasta un encuentro en Pyongyang con el dictador norcoreano Kim Jong Un, Díaz-Canel ha recorrido tanto los centros de poder del mundo como sus rincones más alejados, y ha pasado tiempo con muchos líderes extranjeros.
Algunos de ellos han quedado visiblemente impresionados.
“Es un tipo muy moderno en el contexto en que vive. Representa la cara del cambio en el partido”, dijo el ex primer ministro haitiano Laurent Lamothe, quien se reunió con Díaz-Canel varias veces en relación con programas de cooperación entre ambas naciones. “Cuando hablas con él te das cuenta de que es el futuro de Cuba, y él cuenta con el apoyo y el respaldo de algunas de las personas más importantes que he conocido en el gobierno cubano”.
El recién estrenado presidente cubano Miguel Díaz-Canel (centro, derecha) y su esposa, Liz Cuesta Peraza, hacen fila para votar durante las elecciones legislativas nacionales, en Santa Clara, el 11 de marzo del 2018.
Alejandro Ernesto AP
Díaz-Canel parecía estar fuera del alcance de funcionarios estadounidenses hasta el 2015, cuando de repente comenzó a participar en reuniones con legisladores norteamericanos que visitaban Cuba tras el anuncio del restablecimiento de relaciones entre La Habana y Washington.
Pero su compromiso con el proceso de normalización quedó en duda el año pasado, cuando en un video filtrado de una reunión de funcionarios del partido se le ve diciendo que esperaría más de Estados Unidos, que ha impuesto un embargo y otras medidas restrictivas a la isla, si quería normalizar las relaciones.
Así las cosas, la clave es quién es el verdadero Díaz-Canel.
“Yo creo que sus 20 años en las provincias pudiera ser el mejor indicador. Cuando abordaba a las fuerzas conservadoras del partido pudo haber sentido que necesitaba asegurarles que no se convertiría en un Gorbachev”, dijo William LeoGrande, profesor de la American University que ha estudiado la situación cubana desde hace decenios.
Pero incluso sus partidarios más optimistas no esperan que fije un rumbo radicalmente diferente para Cuba.
“¿Se inclinará a favor de la economía de mercado? Yo diría que sí”, dijo el ex analista de inteligencia López Levy, cuya madre fue una de las profesoras de Díaz-Canel en la universidad. “¿Desmantelará el sistema unipartidista? No lo creo. Todo el mundo sabe que una apertura política en el contexto actual es un suicidio”.
Y como quiera, Díaz-Canel es mucho más un administrador que un visionario, afirmó Brian Lattell, ex jefe de análisis de América Latina de la CIA y autor de una biografía de Raúl Castro. Lattell dijo que es poco probable que Díaz-Canel introduzca grandes cambios en Cuba, incluso si fueran posibles políticamente.
“Consiguió el puesto porque es un miembro del aparato del poder. Es leal a Raúl”, alegó Lattell, quien de todos modos considera a Díaz-Canel un buen candidato al cargo: “Es joven, bien parecido y causa buena impresión. Y ha tenido muchísimo tiempo para congraciarse con las fuerzas armadas, que es donde está el verdadero poder en Cuba”.
Las fuerzas armadas cubanas no sólo tienen los tanques, soldados y aviones, sino que además controlan buena parte del dinero. No solamente manejan una buena parte de la industria del turismo, sino bancos, bienes raíces, restaurantes y hasta gasolineras. Aplacar a las fuerzas armadas podría ser la parte principal del trabajo de Díaz-Canel.
“Va a ser un títere”, declaró Antonio Rodiles, disidente cubano y activista de derechos humanos. “El poder está en las fuerzas armadas”.
Pero otros creen que si Díaz-Canel llega a la presidencia, eso desatará demasiadas ambiciones reprimidas por mucho tiempo para que la familia Castro o cualquier otro pueda regresar a un gobierno unipersonal.
Díaz-Canel “es la punta de un iceberg de líderes completamente nuevos, cuyo origen y experiencia no tienen nada que vez con la vieja guardia”, dijo Domingo Amuchástegui, ex analista de inteligencia cubano que ahora vive en Miami. “Eso van a ser Díaz-Canel y los demás.”
Glen Garvin, redactor del Miami Herald, contribuyó a este reportaje.