
Nota aclaratoria: Las opiniones que aparecen aquí son responsabilidad única del autor y no representan la posición de todos los miembros del Foro por los Derechos y Libertades
Antonio G. Rodiles
Días atrás el abogado Rene Gómez Manzano escribía un artículo sobre las similitudes de la Hoja de Ruta formulada por el Foro por los Derechos y Libertades y los cuatro puntos del Espacio Abierto de la Sociedad Civil. Al escuchar ayer la intervención del opositor Manuel Cuesta Morúa en la audiencia sobre Cuba en el senado norteamericano, me parece oportuno señalar con la mayor claridad posible, cuáles son los puntos en que coincidimos y diferimos las dos posiciones predominantes dentro de la oposición cubana.
El anuncio realizado por el presidente Barack Obama el pasado 17 de diciembre polarizó la oposición en dos tendencias. Las diferencias esenciales entre los dos grupos no están solo en si se apoyan o no las medidas lanzadas por Obama, se enfocan en cómo concebimos la transición y el tipo de país que vemos en el futuro.
Ambas posiciones manifestamos nuestro compromiso con la democracia, los derechos humanos y fin del totalitarismo. ¿Pero estamos dando exactamente la misma connotación a estos términos?
La política de Obama es aplaudida por quienes se agrupan en el Espacio Abierto y tiene varios elementos visibles
- Se le da legitimidad al régimen al restablecer relaciones diplomáticas, es decir se acepta como gobierno legitimo.
- No se plantea una hoja de ruta o precondiciones para el proceso político aunque si se piden los 4 puntos mencionados sin fijar la metodología.
- Se acepta que el proceso de transición vaya principalmente, o al menos en un inicio, de la mano de los actores políticos del régimen, lo cual presupone que estos serán parte del futuro de la Isla.
- Se considera que los cambios democráticos vendrán como evolución de supuestas transformaciones económicas que el régimen se verá motivado o presionado a realizar a partir de las nuevas medidas implementadas .
- Y algo que no forma parte de las medidas pero que ha ocurrido en la práctica, se ha aceptado que la administración Obama de preferencia a aquellos que desde la oposición, dentro de la Isla y el exilio, comparten esta visión.
Quienes por otra nos agrupamos en el Foro creemos que el proceso político debe basarse en otra lógica:
- El régimen cubano no es un gobierno electo por el pueblo y por lo tanto no es legitimo por no representar al soberano, a pesar de que por razones de lógica sobrevivencia tenemos que aceptar ciertas reglas. Como soberanos, es decir como cubanos, tenemos el derecho de demandar sobre las relaciones de las naciones democráticas con nuestro país.
- No concebimos el futuro de Cuba de la mano de los herederos políticos y familiares de los Castro. No nos sumaremos a la construcción de un nuevo autoritarismo que continúe con el proceso de devastación de nuestra nación.
- Consideramos que cualquier proceso político debe tener total transparencia en sus objetivos, debe estar bien planteado si se pretende al menos tener algunas certidumbres de su final. De ahí la Hoja de Ruta con los puntos planteados.
- Los derechos humanos y la promoción de la democracia, como principales objetivos, no deben estar enmascarados en otros elementos. Deben ser mostrados especialmente al pueblo cubano, desconcertado luego de 57 años de dictadura, para que pueda decidir hacia donde desea enrumbar nuestro país.
- Entonces sí, tocaría a los cubanos, dentro de la Isla y el exilio, encontrar su camino dando espacio a los actores políticos y de la sociedad civil para que den dirección a los cambios verdaderos
Es tiempo de discutir con total claridad. En el debate serio y directo debe estar la maduración de los actores y el escenario político. Son naturales y saludables las distintas visiones sobre cómo construir una nueva nación, pero podremos jugar nuestros roles con efectividad sólo si existe cierta confianza política entre los actores. Quizás no formemos una orquesta sinfónica, aunque si podríamos ser un conjunto de jazz, donde cada cual juegue su papel sin que suenen estridencias o atropellos.
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Una confrontación esteril
La Habana |
,Con fecha 4 de febrero de 2015, el espacio digital Diario de Cuba publicó un texto de la autoría de Antonio González Rodiles (“ Hablar con la misma voz“), donde este activista alude a un artículo de opinión del abogado opositor René Gómez Manzano acerca de las similitudes entre dos documentos emitidos por la sociedad civil independiente de la Isla: los Cuatro Puntos consensuados por el Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, el 22 de diciembre último, y la Hoja de Ruta propuesta por el Foro por los Derechos y Libertades varios días después.
Hubiera sido deseable que los editores del Diario de Cuba facilitaran a los lectores el texto de Gómez Manzano (“ No hay diferencia sustancial entre los Cuatro Puntos y la Hoja de Ruta“, 28 de enero de 2015) a través del correspondiente enlace al también diario digital 14ymedio, donde fue publicado, pero este desliz editorial no es el motivo del presente análisis. Apenas pretendo hacer algunos comentarios y acotaciones sobre lo que plantea González Rodiles, admitiendo de antemano que puedo incurrir en errores de interpretación de una sintaxis que no resulta suficientemente clara en todos sus enunciados.
En principio, no comparto la preeminencia que otorga el autor a la polarización de la oposición en “dos tendencias” a raíz del anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los Gobiernos estadounidense y cubano. En todo caso, se esté de acuerdo o no con las propuestas del presidente Barack Obama a propósito del diálogo iniciado con las autoridades cubanas, ése no puede constituir en lo absoluto el epicentro de las aspiraciones políticas de la sociedad civil ni debe ser aceptado como “el parte aguas” que defina dos bandos antagónicos en la oposición: los que se oponen al acercamiento porque consideran que el diálogo Cuba-EE UU va a “legitimar” el régimen cubano, y los que entienden que esto podría ampliar las posibilidades de la sociedad civil al interior de la Isla.
El hecho es que los que elegimos apostar a la gradualidad de los cambios y buscar las oportunidades que nos pueda ofrecer un nuevo escenario, hemos asumido –sin previo acuerdo y sin realizar un cónclave sobre el tema– un posicionamiento ético común en ciertos aspectos clave, que se pueden resumir en dos puntos esenciales: 1.- La solución de los problemas de Cuba y la consecución de la democracia competen únicamente a los cubanos y no dependen de la voluntad o de las políticas de un Gobierno extranjero, cualquiera que sea. 2.- No hemos descalificado, agredido verbalmente, provocado ni ofendido a nadie que no comparta nuestras opiniones.
Por eso hay que agradecer que González Rodiles en su texto finalmente haya comprendido que “ambas posiciones manifestamos nuestro compromiso con la democracia y el fin del totalitarismo”, de lo cual se infiere una renuncia a la desautorización de la opinión diferente.
Ahora bien, una cuestión es estar de acuerdo o no con las negociaciones entre los dos Gobiernos y otra, muy diferente, es el tema del Espacio Abierto y los Cuatro Puntos, los cuales no incluyen consideración alguna que sugiera el menor vínculo entre nuestras aspiraciones democráticas y las decisiones del Gobierno estadounidense. Mezclar ambas cuestiones en un mismo debate introduce confusiones, además de no ajustarse a la realidad, lo que se hace evidente, por ejemplo, en un enunciado tan confuso como éste: “La política de Obama es aplaudida por quienes se agrupan en el Espacio Abierto y tiene varios elementos visibles”.
Lo cierto es que no todos los que participan del Espacio Abierto “aplauden” lo que el autor genéricamente denomina “la política de Obama”. Tampoco deja claro qué son esos llamados “elementos visibles”, que solo refuerzan imprecisiones en su texto. Aprovecho para recordarle que el Espacio Abierto se inició con enorme anticipación al conocimiento que tuviéramos acerca de las conversaciones entre los Gobiernos de EE UU y Cuba.
En otro orden, ya de naturaleza estrictamente política, González Rodiles se refiere a que los del Espacio Abierto que apostamos por el diálogo damos “legitimidad al régimen”, no planteamos “precondiciones para el proceso político”, aceptamos “que el proceso de transición vaya (…) de la mano de los actores del régimen, lo cual presupone que éstos serán parte del futuro de la Isla” y consideramos “que los cambios democráticos vendrán como evolución de supuestas transformaciones económicas” introducidas por el propio régimen por la presión de las medidas propuestas por el Gobierno de EE UU.
Obviamente, semejante posicionamiento ignora las experiencias de otras transiciones, que han resultado exitosas precisamente porque se han producido pacífica y civilizadamente en el seno del ordenamiento social existente, a partir de diálogos y negociaciones con elementos de los mismos regímenes que detentaban el poder. Tales son los casos de la modélica transición española, que tanto debe a Adolfo Suárez; la polaca, que puso en la mesa de negociaciones al poderoso sindicato opositor, Solidaridad, y a otros actores de la sociedad civil, junto a Wojciech Jaruzelski; o la chilena, tras la cual se mantuvo como senador vitalicio del país al dictador Augusto Pinochet, por citar solo los ejemplos más conocidos.
La consecución de la paz por la vía de la negociación política, no solo es menos traumática, sino que también logra efectos más permanentes, a pesar de que, necesariamente, implica hacer ciertas concesiones y ofrecer algunas garantías que resulten ventajosas para ambas partes.
La única alternativa posible a la vía negociada es la confrontación. Pero, seamos realistas, ¿acaso la oposición y la sociedad civil independientes de Cuba cuentan con las fuerzas y los recursos suficientes como para plantar cara y obligar a abandonar el poder a un Gobierno que controla el Ejército, las fuerzas del orden, todos los cuerpos represivos y la economía? Ciertamente, no. De hecho, ni siquiera hemos conseguido ser incluidos en ninguno de los diálogos que se han producido para la liberación de presos políticos, pese a la acción decisiva y siempre meritoria del movimiento de las Damas de Blanco por más de una década que, a pesar de su valor, no ha logrado hasta hoy que el pueblo se sume a sus marchas o repudie frontalmente la represión contra ellas.
No se trata solo de que “el Gobierno no nos reconoce”, sino de la debilidad que exhibimos. Porque si bien el Gobierno, con todo su poder totalitario, no tiene real legitimidad porque no ha sido elegido libremente por “el soberano”, tampoco nosotros hemos sido elegidos como representantes del pueblo, puesto que –por las razones que sean– no hemos logrado sentar bases sólidas entre los cubanos y, por tanto, no tenemos poder de convocatoria. ¿En nombre de cuál “soberano” estaríamos actuando, máxime cuando se pretende negar las capacidades de éste?
“Los derechos humanos y la promoción de la democracia, como principales objetivos, no deben estar enmascarados en otros elementos. Deben ser mostrados especialmente al pueblo cubano, desconcertado luego de 57 años de dictadura, para que pueda decidir hacia dónde desea enrumbar a nuestro país” (el subrayado es de esta escribidora). Esta afirmación de González Rodiles descarta que la posibilidad de prosperar económicamente es uno de esos derechos humanos y, además, una de las vías más expeditas para empoderar a los cubanos y favorecer su conversión en sujetos independientes del Estado-Partido-Gobierno, y está contenida en uno de los Pactos cuya demanda de ratificación al Gobierno ha suscrito casi la totalidad de la sociedad civil. Por cierto, elevar una demanda formal al Gobierno, presentada a la Asamblea Nacional, ¿no es también una manera de legitimar al régimen?
Pero, prosiguiendo, en el enunciado del autor –numéricamente errado puesto que Cuba suma ya 63 años en dictadura– subyace la visión mesiánica de que es preciso enseñar lo que se debe saber (porque, obviamente, no sabe) a ese pueblo “desconcertado”, incapaz de elegir por sí mismo su destino y, por tanto, condenado a que algún sujeto, tocado por una especie de divina sapiencia, lo guíe por el buen camino, tal como hizo en su momento F. Castro. Ergo, este pueblo niño necesita un nuevo mesías… Y supuestamente en este sí debe y puede confiar. En ese sentido, resulta tranquilizador que la Hoja de Ruta exponga: “No nos sumaremos a la construcción de un nuevo autoritarismo”. Es un verdadero alivio; sé que nosotros, los del Espacio Abierto, tampoco lo haremos.
No es cierto que los Cuatro Puntos privilegien los beneficios que se derivarían de “supuestas transformaciones económicas”, sino que consideran éstas como una potencial herramienta para el fortalecimiento de una sociedad civil incipiente que sumaría actores –no necesariamente sujetos políticos activos– al proceso de cambios. Quienes tuvimos la oportunidad de dialogar cercanamente con la señora Roberta Jacobson durante su reciente estancia en La Habana, le manifestamos nuestro interés en propiciar, a la par que los planes de empoderamiento económico de los cubanos, los mecanismos que permitan el ejercicio de los derechos humanos, tales como la libertad de prensa, de expresión, de información y de asociación, todos instrumentos esenciales de la democracia, que hay que poner en manos de todos.
Pero hoy estamos frente a una disyuntiva que nos pone a elegir entre la obcecación y el pragmatismo; entre la beligerancia como fin en sí misma o la lucidez para aprovechar cualquiera de las vías que pudieran abrirse para impulsar los cambios, incluso si ello implicara parlamentar con el oponente. Es así como funciona la política, que no es una ciencia exacta, sino social, por lo que se basa en una elección racional en la cual todos los actores deben anteponer los intereses de la nación y de la generalidad de los cubanos a cualquier preferencia o interés personal.
Uno de los Cuatro Puntos incluye el reclamo de “elecciones libres, democráticas y competitivas” y también el “reconocimiento de la legitimidad de la sociedad civil cubana independiente dentro de la Isla y en la diáspora como interlocutora válida”, de manera que la acusación de “ambigüedad” o de “falta de transparencia” de que hemos sido acusados resulta, cuando menos, fútil.
Si política, en su definición más sintética, es el arte de hacer realidad lo posible, ¿cómo lograr un contrato social donde se nos reconozca si persisten entre nosotros facciones particularmente interesadas en evitar todo posible consenso, por mínimo que sea? ¿Cómo no nos van a descalificar nuestros enemigos si dentro de las filas de la sociedad civil hay elementos que se resisten a reconocer a “los otros”? ¿Qué entiende González Rodiles por “discutir con total claridad”, “debate serio y directo”, “maduración de los actores y el escenario político” o la necesidad de “cierta confianza política entre los actores” cuando, de hecho, él mismo se rehúsa a participar en encuentros donde presupone que existe una especie de conspiración en su contra? Conspiración que, por demás, ya alcanza ribetes internacionales, puesto que sugiere que las autoridades estadounidenses “dan preferencia” a quienes aprueban su nueva política de no confrontación y excluyen a quienes no la comparten. Hago aquí un llamado a la contención y a la modestia.
Sería extremadamente extenso agotar en un solo artículo todos los tópicos rebatibles del discurso de González Rodiles, por lo que prefiero terminar comentando una crítica suya a los Cuatro Puntos, que se torna anfibológica; es decir, que igual se podría aplicar a su Hoja de Ruta. Se trata del supuesto pecado de no trazar una “metodología” para “lograr los objetivos”. Por alguna razón él no comprendió que los Cuatro Puntos no son exactamente un derrotero o un documento de acuerdos, sino una posición de consensos que –esperamos– nos ayude a avanzar en el delicado camino de futuros concilios.
Pero lo cierto es que tampoco ha sido expuesta la estrategia con la cual la Hoja de Ruta espera alcanzar los suyos, lo cual sí resulta incongruente incluso con el propio título del documento. ¿Cuál será la próxima parada o destino de esa Hoja? Peccata minuta.
Tampoco pretendo desgastarme en una confrontación estéril; hay demasiado trabajo por hacer. Cuando González Rodiles propuso el tema “Hablar con la misma voz”, quizás estaba pensando algo así como “Hablar con mi voz”, lo que no está mal, siempre que no pretenda poseer el don de la verdad absoluta para salvarnos a todos. Se agradece el esfuerzo, pero en lo personal, declino semejante mayorazgo. Siguiendo el símil musical que él propuso, yo ya pertenezco a una orquesta mayor, afortunadamente disonante, que se llama Cuba.
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Notas sobre una polémica
ANTONIO G. RODILES, La Habana | Febrero 06, 2015
El artículo publicado este miércoles en el portal Diario de Cuba o Cubanet ha suscitado una critica de la bloguera Miriam Celaya, que me motiva a tocar varios puntos que considero importantes. Para referirme principalmente a los temas políticos obviaré ataques personales, sin dejar de mencionar que la bloguera en otras ocasiones ha publicado artículos altisonantes plagados de ofensas y mala fe incluso contra personas muy respetadas como el exprisionero de conciencia, periodista y escritor Jorge Olivera, entre otros. Si pretende realmente participar de un debate político debe dejar a un lado esta costumbre y concentrarse en los puntos fundamentales.
La polarización que hoy existe en las filas de la oposición referente a la nueva política de la administración estadounidense no necesariamente implica una confrontación pero sí deja claro un posicionamiento.
La posición que adopte el Gobierno norteamericano para apoyar los cambios en nuestro país será de vital importancia. No debemos sentir ninguna vergüenza en aceptarlo. En un mundo global como el en el que vivimos es ingenuo negar ese hecho, aún más si en ese país habita una parte muy importante de la población cubana. La presencia de exiliados políticos, profesionales, emprendedores e incluso de cubanos americanos en puestos de gobierno le dan una característica única y quizás especial a un proceso de transición y de futura reconstrucción de nuestra país. En ese sentido se hace muy difícil encontrar un escenario político, económico y social similar en cuanto a transición se refiere. Igualmente bloques como el europeo pueden ser actores claves en el proceso de cambio si asumen el papel de liderazgo que les corresponde en el escenario internacional.
Las acostumbradas comparaciones con otros procesos de transición deben ser cuidadosamente escogidas. Hablar de la transición española como referente resulta inexacto en extremo debido a la enorme distancia entre el franquismo y el castrismo, sin que por ello no tomemos en cuenta algunos elementos. La situación económica de la España de los setenta, la composición del tejido social que incluía grupos gremiales, la clase política favorecían un proceso de transformaciones en una sociedad que empujaba hacia la modernización para la que el régimen era un estorbo. El país tenía todos los ingredientes para entrar en un proceso de transición tomando a la Europa occidental como referente.
En el caso polaco debemos señalar que la mesa de negociación llegó después de años de lucha y represión donde el escenario internacional también presionó en forma constante y efectiva. La firma de los acuerdos de Helsinki y el apoyo de occidente de la mano de líderes del calibre de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y del crucial papel de Juan Pablo II propiciaron que Solidaridad alcanzara un número de 10 millones de miembros. Cuando en 1989 la Unión Soviética advirtió al general Jaruzelski de que no intervendría en ningún caso, la elite polaca comprendió que el tiempo se acababa. Solo bajo estas condiciones pudo concertarse la mesa de diálogo.
El caso chileno también es muy distinto al nuestro. La estabilidad social dependía de una clase media formada bajo una serie de transformaciones de liberalización económica promovidas por Milton Friedman que distan mucho de las iniciadas por Raúl Castro y su equipo de asesores encabezado por Marino Murillo. Nuevamente existió una muy fuerte presión internacional que obligó al régimen y en especial al dictador a aceptar la realización de un plebiscito y su resultado, aún en contra de su voluntad. A pesar de lo sangrienta de la dictadura chilena la estructura social y sus dinámicas eran de una complejidad mucho mayor que la nuestra, evitando que el clientelismo político se estableciera como forma de gobierno.
Como he mencionado en varios artículos previos los principales promotores del Espacio Abierto, Reinaldo Escobar, Yoani Sánchez y Dagoberto Valdés han sido fervientes defensores del levantamiento incondicional del embargo y de buscar un diálogo con el régimen. Si esas son sus visiones, ¿por qué no decirlo y discutirlo públicamente?
¿Por qué negar que existe una polarización, divergencias e incluso confrontación si es una realidad? Se trata de construir una democracia y en ella estos elementos son muy naturales. El debate abierto será crucial no solo para los actores políticos, sino para que todos los cubanos tengan más claro qué posición les es afín y cuál están dispuestos a respaldar. El posicionamiento frente a la política actual sí marca diferentes perfiles políticos, visiones de la transición y la forma de construir el futuro de la Isla.
Los argumentos de este grupo así como de la administración norteamericana son endebles y debieron ser sometidos a mayor debate. ¿De qué empoderamiento hablamos cuando ningún cubano puede vivir en la legalidad y el triunfo personal se basa en la capacidad de hacer trampas y corromper? ¿De qué empoderamiento hablamos cuando las diferencias entre quienes tienen negocios solventes o no se basan en el nepotismo y la lealtad política al régimen? Crear una pequeña empresa con los impuestos y el acoso de los inspectores es una tarea imposible.
Usar una supuesta lógica de fortalecer la sociedad y generar la falsa imagen que el cubano puede crecer como empresario es hacerle el triste juego al régimen y permitir que pueda seguir ganando tiempo para transferir exitosamente el poder. Jamás será el cubano el responsable de su futuro si el régimen puede seguir violando los derechos fundamentales con total impunidad. Jamás el cubano podrá empoderarse si el régimen goza de fuentes económicas que le garanticen sostener y desarrollar su aparato represivo. La realidad de 57 años está ahí para mostrarnos qué es el castrismo.
Construir la esperanza del cambio sobre las bases de la corrupción, el clientelismo y el nepotismo es condenar el futuro de nuestra nación. Es no entender que una nación solo renace cuando se apoya en bases más limpias y frescas. No seremos los primeros en transitar esos caminos de descomposición y llegar a escenarios que serán luego extremadamente difíciles de desmontar.
Defender una posición y actuar en un momento tan delicado como este sin detenerse a ver los escenarios altamente probables da muestra de poca visión política, de un empecinamiento o interés personal. Hay que tener criterios sostenidos en hechos para luego apostar por una opción creíble.
Los promotores del Espacio Abierto han pretendido mostrar que son ellos quienes sostienen el mayor consenso dentro de la oposición interna. Que las medidas de Obama gozan de gran aceptación y esto es falso. Puede a simple vista observarse el número y la diversidad de firmas que apoyan una iniciativa u otra. Sería importante también observar cuál es el poder de convocatoria de los principales gestores de Espacio Abierto y del Foro, el nivel de compromiso actual con un cambio democrático profundo.
Decir que todos los opositores no tenemos poder de convocatoria o no representamos al pueblo es cantar el estribillo del régimen. El impacto de algunos grupos de la oposición no puede ser medido en toda su magnitud por los altos niveles de represión ante cualquier convocatoria. Muchos de los firmantes del Foro hemos tenido que enfrentar violentos actos de repudios para evitar que nuestros espacios sigan ganando adeptos.
Quienes desde la administración Obama han promovido las nuevas medidas no han facilitado la construcción de un consenso entre los cubanos de dentro de la Isla y el exilio. Han buscado, sin embargo, la forma de mostrar una mayor aceptación de la política previamente trazada. Eso fue lo que ocurrió con la reciente visita de los legisladores norteamericanos y posteriormente con la de la subsecretaria Roberta Jacobson. Ese fue el motivo por lo que Berta Soler decidió declinar el desayuno y posteriormente los miembros del Foro decidimos no asistir a la cena.
Si la administración Obama desea perfilarse como un apoyo para un proceso de transición, como también esperamos de los europeos y de algunas naciones latinoamericanas, debe promover mayores consensos.
Hemos repetido innumerables veces que es un error dar el estatus de un Estado legítimo a un régimen despótico pasando por encima del dolor y el daño moral y físico ocasionado a miles y miles de cubanos. El jueves frente al Congreso norteamericano Berta Soler, Sara Marta Fonseca y José Luis Pérez Antúnez dieron importantes testimonios sobre estos puntos.
Como luchadores pacíficos defendemos una solución sin violencia pero que se afinque en la realidad vivida. Trabajar de la forma que se ha hecho no construye un camino sólido y sí un escenario que en el mediano y largo plazo se volverá contra nosotros mismo. Permitir que la elite herede el poder será lo peor que nos pueda pasar como nación.
Estos temas son de gran importancia y profundidad. Miriam Celaya tiene todo el derecho a defender su posición pero considero que los principales promotores de estas políticas dentro de la Isla podrían participar en un debate con quienes defendemos la otra visión para que se enriquezca el escenario político. Propongo a Yoani Sánchez, Reinaldo Escobar y Dagoberto Valdés sostener un debate y mostrar de cara a los cubanos cómo pensamos este proceso y qué visión tenemos del futuro. Sin duda ganaremos todos.
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MIRIAM CELAYA, La Habana | 08/02/2015
NOTA: Dado el cariz personal que va tomando esta polémica con Antonio González Rodiles, he decidido publicar este texto en mi blog cuya línea editorial es de mi total responsabilidad
No tenía la intención de prolongar lo que desde un inicio sabía iba a ser una confrontación estéril. De hecho, titulé así el artículo en el que creía estaba polemizando con Antonio González Rodiles. Ahora, con sus “ Notas sobre una polémica”, corroboro que algunas personas son particularmente alérgicas a la crítica. Sencillamente están tan elevadas que solo debemos limitarnos a aplaudirles y contemplarles las plantas de los pies. Pero, al margen de cualquier despecho o susceptibilidad de diosecillos de ocasión, quiero cerrar mi parte en esta polémica.
Resulta muy notorio que González Rodiles se sienta ofendido hasta tal punto que necesite descalificarme planteando que yo le hice antes “ataques personales”. Sí que tiene un ego gigantesco este ¿líder político? ¡Vaya arrogancia! Por demás, mi estilo siempre ha sido franco y directo; quizás un poco doloroso para algunos, o demasiado sincero para otros. Sé que puedo ser irritante, pero nunca hipócrita. Mis amigos tampoco escapan a esto, y hasta me lo agradecen. Por suerte para mí, la mayoría de mis “víctimas” tiene un buen dominio del idioma y no me malinterpreta. O acaso sean más receptivos y diáfanos.
Resulta muy notorio que González Rodiles se sienta ofendido hasta tal punto que necesite descalificarme planteando que yo le hice antes ‘ataques personales’
Así, González Rodiles, que está pletórico de buena fe, no “quiere hacer de esto un asunto personal”, y lo demuestra de la mejor manera que conoce: asegurando que yo “en otras ocasiones” he publicado “artículos altisonantes y plagados de mala fe incluso contra personas muy respetadas como el ex prisionero de conciencia, periodista y escritor Jorge Olivera, entre otros”. Diríase que González Rodiles no tiene argumentos para responder a mis críticas y apela a utilizar a Olivera como ariete para “demostrar” mi incompetencia para el debate y mis malas intenciones. Ahora bien, en buen español –la más completa de todas las lenguas–, escudarse en terceros cuando el plante es entre dos es una actitud que clasifica como cobardía.
Es cierto que en una ocasión, hace algún tiempo, hice una crítica a un artículo de Jorge Olivera. No recuerdo el título del suyo, pero el del mío era “ Hatuey y Guamá son los padres de la disidencia” (abril de 2013), y fue publicado en Cubanet. Cualquier lector puede buscarlo, y encontrará también la referencia al de Olivera.
Ahora bien, al menos hasta hoy, Olivera y yo mantenemos relaciones de mutuo respeto y cordialidad. Hemos coincidido y conversado personalmente en numerosos espacios y jamás me ha manifestado sentirse ofendido. Todo aquel que me conoce medianamente puede dar fe de que soy muy accesible y no sufro raptos de histeria o ira, y creo que Olivera es un caballero suficientemente decente y recto como para reclamarme, sin necesidad de intermediarios, por lo que me sorprendería mucho que él se hubiese prestado a una componenda con González Rodiles en lugar de dar la cara. De haberme reclamado, yo gustosamente hubiese pedido disculpas a Olivera, puesto que mi intención nunca fue ofenderlo; pero esto no significa que no siga sosteniendo los criterios que escribí en aquel artículo ni justificaría una bajeza de su parte.
En buen español, escudarse en terceros cuando el plante es entre dos es una actitud que clasifica como cobardía
Sin dudas, yo soy una persona imperfecta. Cometo tantos errores como el que más, y encima de esto, hay que rebatirme con argumentos, no con lugares comunes. Pero de lo que nadie jamás podrá acusarme es de hablar mal de los demás a hurtadillas, en corrillos privados o en cofradías. Yo siempre voy de frente, sin disimulos. No soy yo la intrigante que, en cualquier evento u ocasión, susurra al oído del sujeto más cercano un comentario acerca de “lo mal que se viste” esta o aquella persona, lo “ingenuo” que es tal o cual opositor, “lo falsas” que son las listas de los miembros de aquel movimiento, o que “Fulano quiso aprovechar cuando yo estaba detenido en un calabozo para robarme mi proyecto De la Demanda Ciudadana”.
Con toda seguridad, González Rodiles sabe perfectamente a qué y a quiénes me refiero, como también recordará la ocasión en que convocó mi apoyo para desacreditar a un compañero de ruta a quien aprecio y respeto profundamente, y yo me negué. Desde entonces, este pretendido “espalda plateada” de la oposición cubana me retiró su gracia. ¡Gracias!
Ahora vamos a lo que él piensa es el meollo político de su texto. Lo organizaré por puntos, ya que he podido comprobar que González Rodiles no solo tiene dificultad para expresar con claridad sus propias ideas, sino también para entender las ajenas; una discapacidad de la comunicación que constituye una limitante severa si, como es el caso, se tienen tantas ambiciones políticas.
1.- No he negado la importancia que tienen y han tenido a lo largo de la Historia, para Cuba y para toda nuestra región, las políticas estadounidenses. No es una cuestión de avergonzarse o no, es una verdad de Perogrullo que se pudo ahorrar en su texto. Ese no es el punto.
2.- Solo utilicé los casos de las transiciones de España, Polonia y Chile para ejemplificar procesos hacia la democracia que evolucionaron y se consolidaron a partir de diálogos entre la oposición y los regímenes en el poder. Nunca afirmé que la realidad cubana se asemejara a la de estos países. De hecho, las de éstos entre sí también difieren bastante, por lo cual resulta gratuita cualquier exhibición de wiki-cultura al respecto. Si se hubiese tratado de un debate sobre transiciones e historia, con seguridad yo hubiese apelado a historiadores, científicos sociales o especialistas del tema. Ese no era el punto.
3.- Si González Rodiles sentía necesidad de retar a Reinaldo Escobar, Yoani Sánchez y Dagoberto Valdés a discutir “públicamente”, no tenía que utilizar mi polémica como pivote. Fue una graciosa pirueta, pero se suponía que su debate actual era conmigo.
Abogo por un levantamiento gradual y condicionado del embargo, y existen numerosos documentos que así lo demuestran
Por mi parte, no tengo la intención de defender en este texto a tres cubanos cuya obra, prestigio y resultados, por sí solos, son más que elocuentes, y cuyo ejercicio más habitual es precisamente la discusión pública y respetuosa de sus ideas. No obstante, tampoco era necesario mentir. Yo emplazo a González Rodiles a que presente siquiera un documento o cite una ocasión en que alguna de las tres personas que tanto concitan su desvelo hayan pedido un levantamiento incondicional del embargo. Ellos, y también yo, abogamos por un levantamiento gradual y condicionado del embargo, y existen numerosos documentos que así lo demuestran, incluyendo artículos que esta escribidora ha publicado, tanto en su blog como en otros espacios.
Y ahora González Rodiles tira un farol de pacifista cuando dice: “como luchadores pacíficos defendemos una solución sin violencia…”. Con seguridad, debe tratarse de algún tipo de lapsus mente. Me pregunto cuál tipo de “discusión” le apetecería tener con “la otra posición”, considerando sus antecedentes. ¿Acaso sería como aquella ocasión en la que injurió de palabra y casi agredió físicamente a Dagoberto Valdés frente a una embajada, solo porque éste se manifestó a favor del diálogo Cuba-EE UU? ¿Volvería el fogoso “líder político” a utilizar su habitual y valiente frase de guapo de barrio, “esto lo resolvemos entre hombre, como tú quieras” que ha regalado a otros opositores?¿Se levantaría de su asiento y abandonaría el debate si los contertulios no quedan convencidos con sus postulados, tal como –haciendo gala de la mayor carencia de diplomacia política– ocurrió durante la velada vespertina del 18 de enero último, en la residencia del Jefe de la SINA, ante los legisladores estadounidenses que nos visitaron y más de una decena de disidentes? ¿Será que esta persona sufre una especie de bipolaridad que lo lleva a proyectar una imagen para los medios y otra, completamente opuesta, en un plano más personal? ¿Estaremos ante un extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde?
También aprovecho para manifestar mi curiosidad y confesar mi ignorancia, pero no comprendo quién estableció los que son, según González Rodiles, “los principales promotores de estas políticas” (se refiere a los que favorecemos el diálogo) y en base a qué parámetros fueron elegidos. También sería una verdadera muestra de transparencia publicar la encuesta –y quién la realizó– que mostró una “mayoría” de la oposición y de la sociedad civil opuesta a las negociaciones entre los Gobiernos estadounidense y cubano. En lo personal, y hasta donde conozco, ni yo ni otro miembro de la sociedad civil hemos sido encuestados; pero mi caso se explica: yo no soy una “promotora principal” para él, así que mi criterio no califica.
Sostengo que la sociedad civil independiente cubana es débil y todavía carece de verdadero poder para representar al pueblo
Pero éstos tampoco son exactamente los puntos. Lo cierto es que González Rodiles escurrió el bulto a la polémica cuando no respondió cuestiones sobre política que considero esenciales en mi texto anterior y que, o bien esboza desde especulaciones inconsistentes, o simplemente evadió, sin más explicaciones. Resumiré varias, por puntos:
1.- No argumenta con ejemplos y resultados su aserto del supuesto poder de convocatoria de la sociedad civil. No aclara cuál es “el impacto” logrado por esos grupos y su magnitud, aunque del contexto se infiere que –modestamente– se refiere a su propio espacio cultural, Estado de Sats . Debe perdonar mi desliz; yo no estaba enterada de que el pueblo cubano, “el soberano” estaba tan pendiente de su desempeño. Aquí sumo una acotación: sostengo que la sociedad civil independiente cubana es débil y todavía carece de verdadero poder para representar al pueblo; que no tiene poder de convocatoria y que si eso es también un criterio del régimen, al menos en ese punto coincido con la satrapía. No así en el afán caudillista y ególatra.
2.- Que González Rodiles repita un criterio suyo “innumerables veces” no hace que se convierta en una verdad institucionalizada.
3.- No explicó su definición de “pueblo desconcertado” ni la estrategia que piensa seguir para sacarlo de su desconcierto.
4.- No expone en base a qué parámetros el régimen cubano debe ser “ilegítimo” para el Gobierno estadounidense y “legítimo” para presentarle la “Demanda Ciudadana por otra Cuba”. A propósito, tampoco ha trascendido el resultado de esa campaña y en qué punto se encuentra el proceso legal, como tampoco qué otras acciones se están realizando en ese sentido. Lo traigo a colación en virtud del derecho que me asiste, como firmante de la demanda, a estar informada e informar a los activistas desconectados de Internet que me preguntan sobre el tema.
5.- No aclara su inexplicable separación del posible empoderamiento económico de los cubanos como uno de los derechos humanos contenidos en los Pactos, cuya ratificación se exige en la Demanda Ciudadana. ¿Acaso no son indivisibles todos los derechos humanos?
6.- Seguimos sin conocer cuál es su alternativa a un diálogo Cuba-EE UU o los beneficios, al menos a mediano plazo, que debemos esperar los cubanos del embargo.
Seguimos sin conocer cuál es su alternativa a un diálogo Cuba-EE UU o los beneficios que debemos esperar los cubanos del embargo
Concluyo con una declaración inamovible: tengo por principio decir lo que pienso, sin afeites. Las personas que consideren como ofensas las verdades o que no toleren el escrutinio público no deberían elegir la política como campo de acción; mucho menos aspirar a liderazgos en una futura Cuba en democracia. Probablemente, de asumir el gobierno, aniquilarían la libertad de expresión y de prensa.
En cuanto a polemizar con González Rodiles, he terminado. No creo que tengamos nada más que intercambiar sobre esto, ni en público ni en privado. Es obvio que no llegaremos a un acuerdo ni tampoco somos tan importantes como para que el futuro de Cuba dependa de ello. Espero que en lo sucesivo, valore mi silencio por lo que realmente significa. Esta fue la corta historia de un debate que murió antes de nacer.
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La proposición a sostener un debate público entre los gestores del Espacio Abierto: Yoani Sánchez, Reynaldo Escobar y Dagoberto Valdés, con promotores del Foro por los Derechos y Libertades, ha sido respondida con otro malintencionado y gris artículo de Miriam Celaya publicado en su blog y replicado en el sitio digital 14ymedio.
Se intenta, una vez más, falseando hechos y descalificando, desviar el punto principal; el debate político, público y transparente sobre temas que conciernen a todo cubano interesado en el futuro de su país.
La propuesta al debate continua abierta.
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Nota aclaratoria: Las opiniones que aparecen aquí son responsabilidad única del autor y no representan la posición de todos los miembros del Foro por los Derechos y Libertades.