Benedicto XVI: entre el neocastrismo y la democracia

Hace unos meses, cuando el ex presidente James Carter visitó la isla, fue entrevistado por una periodista de la televisión cubana. La entrevista resultó demasiado forzada, con preguntas que lo inducían todo el tiempo: Carter terminó reclamando directamente la liberación de los cinco cubanos condenados por espionaje y recriminando las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano. El resultado fue contraproducente, nadie podría tomar muy en serio a un mediador o emisario que se mostró parcializado.

Aunque los medios de prensa oficiales han rechazado “teóricamente” todo intento de politización de la visita de Benedicto XVI, la realidad es otra. El periódico Granma del día 21 de marzo lanzó un mensaje tendencioso a pocos días del arribo del Papa, delatando el objetivo principal que persigue el gobierno con esta visita. La primera plana contiene una franja izquierda que cubre casi toda la hoja y que se titula Bloqueo contra nuestra patria. La franja derecha viene encabezada por el título de un artículo que luego aparece en la página central y cuyo título es Otro capítulo de irrespeto y falsedades; el tema, las supuestas calumnias y falsedades que levantan aquellos que intentan destruir a la revolución y mostrar una distorsionada imagen del país. Por supuesto no pueden faltar los insultos a todo aquel que no comparta la visión oficial, algo que sigue mostrando la poca fuerza moral y baja estatura política de un sistema inmerso en una profunda crisis.

Resulta evidente que el principal objetivo del gobierno con la visita del Sumo Pontífice no es eliminar todas las prohibiciones a la iglesia para que realice a plenitud su labor pastoral, ni hablar desde la fe de un proceso de mayor apertura y diálogo entre todos los cubanos, sino recabar legitimidad por parte del Vaticano y en especial lograr su apoyo para eliminar las restricciones que el vecino país del norte tiene sobre el gobierno actual. En otras palabras, gestionar tiempo y financiación económica para trasmutar. El poder en Cuba se desploma ahogado en una economía moribunda y frente a un escenario adverso, necesita con urgencia de una tabla de salvación. Esa y no otra es su principal prioridad.

Pero no solo eso le han pedido al Papa, ya le han “sugerido” por múltiples vías, entre las que se incluye al embajador de Cuba ante el Vaticano, que ignore a la sociedad civil cubana, en especial a aquellos que claman por cambios hacia una sociedad democrática donde los derechos individuales sean el eje central. Este pedido demuestra la estrecha visión de un gobierno descapitalizado intelectual y políticamente. Lamentablemente el poder no está solo, los hechos han mostrado que cuentan con el apoyo del cardenal Jaime Ortega, quien desde su jerarquía está dañando fuertemente la credibilidad de la iglesia no solo ante sus fieles, sino también ante la sociedad civil. La jerarquía eclesiástica cubana debería tomar nota de actuaciones como la del arzobispo anglicano Desmond Tutu, un hombre de fe, que con su fuerza moral marcó un hito en un proceso de reconciliación nacional.

La legitimidad en Cuba no está en un gobierno que desprecia los derechos de sus ciudadanos, sino en todos aquellos que claman por un sistema democrático donde el respeto pleno a los derechos y libertades individuales dicten la dinámica social. Quien se opone a este principio básico, usando cualquier pretexto, se convierte en parte de lo retrógrado y reaccionario.

Nuestro país necesita actores políticos maduros y sagaces, que visualicen la transición a la democracia como un paso impostergable e insustituible. Actuemos pues, en cada momento, conscientes de que ya estamos viviendo ese proceso. La democracia en Cuba la estamos creando hoy.